El mismo motivo por el que defendemos los genéricos, es el mismo motivo por el que no aconsejamos el uso de fórmulas magistrales de forma masiva. Aquí el marco legal es muy fino, y estas fórmulas magistrales están pensadas para dar respuesta a productos que no existan en el mercado para poder tratar a nuestros pacientes, no para hacer productos muy parecidos a los que ya existen pero mucho más barato.
Hay que tener en cuenta que la fabricación de estos productos, no tienen el mismo rigor en la elaboración que los genéricos, y además se han dado numerosos casos de problemas en el etiquetado o en la fabricación, o en la dosificación exacta. Ya que estos fármacos no están enmarcados bajo el paraguas de un laboratorio que tiene que cumplir unas medidas draconianas en la elaboración de fármacos, que tiene la ventaja de que ante una reacción adversa, tenemos un laboratorio que responde detrás. Ya que ante cualquier reacción adversa, siempre que la especie de destino sea la correcta, y la dosis sea una dosis en rango, no tendremos ningún problema derivado del uso de este fármaco. Cosa que no ocurre con una fórmula magistral, máxime si esta fórmula magistral que estamos usando es engañosamente parecida a un fármaco genérico o no genérico disponible en el mercado. Por tanto, las fórmulas magistrales tal y como están pensadas, se utilizan para “customizar” uno o varios principios activos, que necesitamos usar para un paciente porque no encontramos nada que se adapte en el mercado a lo que necesitamos. Por ejemplo si tenemos que re-encapsular un fármaco por el pequeño tamaño de un paciente.
Estas fórmulas magistrales tienen su máximo sentido, cuando por ejemplo tenemos que prescribir una dosis de fármaco que hace imposible que podamos partir las presentaciones ya existentes porque tenemos que administrarlas en un perro o gato de pequeño tamaño. O cuando tenemos que utilizar una mezcla de principios muy singulares o a una muy baja concentración. Pero desaconsejaría abiertamente su uso a gran escala para sustituir a los fármacos habituales en la clínica veterinaria porque no hay nadie detrás para respaldarnos en caso de un problema y porque la variabilidad intraespecífica de las dosis y cantidades de principios activos contenidos en cada pastilla o cápsula fabricada puede ser enormemente dispares. Y además tienen una palatabilidad nula.
No hay que perder de vista que trabajamos en un sector sanitario y jugarnos la licencia por el uso de fármacos dudosos, es un problema a largo plazo.
Y lo será hasta el momento en que la fórmula magistral pueda hacerse extensiva y masiva, en ese momento, y si su fabricación se estandariza y profesionaliza convenientemente, entonces será como “un genérico a medida” y en ese caso, si la ley lo permite, será una alternativa fantástica tanto para los propietarios como para los veterinarios. Pero a día de hoy, eso no es lo que contempla la ley del medicamento veterinario, y por tanto el uso masivo del genérico es mucho más sensato que la del fármaco de fórmula magistral de forma masiva.
Sin embargo quiero cerrar el artículo insistiendo en su utilidad cuando tenemos que dar respuesta de tratamiento a un paciente que requiere una dosis o una presentación no existen en mercado.